La inteligencia artificial al servicio de la inclusión
Cuando hablamos de transformación digital en la Federación, siempre aparece la misma pregunta ¿Qué impacto pueden llegar a tener las nuevas herramientas de Inteligencia Artificial (IA) en la vida de las personas con síndrome de Down?
La respuesta es sencilla: el mismo que en el resto de la población.
La IA, especialmente la llamada “IA generativa”, tiene como objetivo convertirse en un asistente que nos haga la vida más sencilla. Una compañía virtual que nos ahorre tiempo a la hora de realizar alguna gestión, que nos permita acceder más rápido y de forma más precisa a la información que estamos buscando y que nos ayude a ser unos trabajadores más ágiles y eficaces a la hora de realizar algunas de nuestras tareas.
Estas herramientas (desde las más conocidas como Chat GPT o Microsoft Copilot a cualquier otra de las que aparecen cada mes) no dan respuestas en función de nuestras características personales. Responden en función de las necesidades que tengamos y, en particular, de cómo les traslademos esas necesidades a través de los “Prompts”. Un anglicismo que no se refiere a otra cosa que las instrucciones o el texto que le proporcionamos a la IA para que nos genere una respuesta o un resultado específico.
Si dos personas escriben el mismo prompt, la IA les va a dar la misma respuesta. Así de sencillo y así de inclusivo. ¿O quizá no tanto?
Pues va a ser que no tanto.
Porque no todos hablamos y escribimos igual. No hacemos las mismas preguntas ni las estructuramos de la misma manera. Tampoco interpretamos la información bajo los mismos criterios y, por supuesto, no necesitamos los mismos tipos de respuesta.
Y ese es justo el gran reto al que se enfrentan estas herramientas para ser realmente inclusivas. Conseguir entender las necesidades de la persona con la que interactúan, interpretar correctamente las distintas formas de preguntar y ofrecer respuestas y resultados que todos puedan comprender.
Sólo así podremos hablar de herramientas universalmente accesibles. Una accesibilidad que no puede depender sólo de que acertemos con el prompt adecuado, sino de que la propia IA esté preparada y entrenada para ello.
Y hablamos de entrenamiento porque una de las virtudes de estas máquinas es que son máquinas que aprenden. Aprenden cada día a dar respuestas más fiables y a ofrecer soluciones más precisas. Y lo hacen gracias a la información que reciben continuamente de los más de 12 millones de entrenadores que, en España, les hacen preguntas cada día para obtener respuestas sobre cualquier asunto que se nos pueda pasar por la cabeza.
Pero ¿cuántos de esos entrenadores tienen síndrome de Down?, ¿cuántos han participado en las fases de diseño y carga de información de alguna IA generativa?, ¿cuántos acuden a ellas y las alimentan con sus preguntas con asiduidad?
Esas son las preguntas que tenemos que hacernos las entidades de DOWN ESPAÑA y las que tenemos que trasladar a las organizaciones que impulsan estas herramientas.
Y si la respuesta es la que todos podemos imaginar, no tenemos que tener ningún temor en impulsar un uso activo de la IA por parte de las personas con síndrome de Down. Activo, autónomo y representativo.
Sabemos que la participación es clave para lograr la inclusión en todos los ámbitos de la vida social. Sabemos también que para que esta participación sea realmente activa y representativa se tiene que garantizar que todas las personas comprenden cómo deben participar y las vías que tienen para hacerlo. La accesibilidad fomenta la participación y la participación genera inclusión.
En la vida digital ocurre exactamente lo mismo. Si el uso de estas herramientas es comprendido por todos, todos podrán usarlas y podrán entrenarlas. Y el entrenamiento las hará más accesibles y representativas.
Sólo de esta forma conseguiremos realmente que la Inteligencia Artificial esté al servicio de la inclusión.